Perros que ladran
Mientras el presidente Chávez habla placidamente con su “homologo” Zapatero en la Moncloa, afuera un grupo de ilusos venezolanos, residentes en Madrid, intenta que el mundo entienda que esto no es lo normal.
Hablamos de un grupo de casi treinta personas no de los entre 30 y 60 figurantes contratados a razón de 17 euros por día para recibir al presidente comandante en el aeropuerto de Barajas y en el Hotel Villa Magna de Madrid con flores; no hablamos de la comitiva que se hospedó en habitaciones que rondaban los 5.000 euros; no, hablamos de un pequeño reducto de los 8.700 venezolanos que habita territorio extranjero.
Y hablamos de los que viven en España solamente, de ese pequeño pedacito de Venezuela que se apostó en frente de la Moncloa para hacer oír su voz, organizados o no pero empecinados al fin; la policía no los dejó pasar; tenían órdenes, eran más de veinte y eso es considerado una manifestación pero ahí estuvieron; gritaron consignas y se desgañitaron. Al final, lograron lo que quisieron: ser oídos y ser vistos: “hacer bulla, pues” hacer que el presidente comandante dijera: “déjenlos que ladren”.