Hotel Flamingo
Le dolían la cabeza y los brazos, se movió como si su cuerpo hubiese despertado primero , entonces abrió los ojos. Afuera una luz de neón titilaba dejándole ver las letras de un cartel, no estaba en su piso. Se levantó, poco a poco, el dolor no le permitía moverse con rapidez, fue a la ventana y leyó el cartel “Hotel Flamingo”. ¿Qué hago aquí? se preguntó.
Abrió la puerta de la habitación y se encontró en un pasillo en el que, a lado y lado, se sucedían puertas, paredes mustias y olor a moho, a viejo. Escuchó el sonido de un ascensor y gemidos de mujer que partían de una de las habitaciones, se dirigió al lugar de donde venía el ruido cuando ya se acercaba a la puerta ¡clin! estas se abrieron, un enano y una mujer guapísima salieron del ascensor, lo miraron y soltaron una carcajada.
Abordó el viejo aparato, todavía preguntándose qué hacía allí, el nombre de Hotel Flamingo le parecía conocido pero no recordaba de qué ni de donde, tampoco lograba recordar qué hacía en ese lugar gris y desagradable ni por qué razón tenía el cuerpo lleno de agujetas, sobre todo los brazos.
Al llegar al mostrador de la recepción accionó la campañilla que se encontraba sobre él varias veces y esperó por espacio de 10 minutos tras cada toque a que alguien apareciera, se sentía impaciente y se estaba inquietando, necesitaba saber qué hacía en ese lugar; de vez en cuando movía los brazos para tratar de aliviar el dolor. No lograba recordar cómo había llegado ahí.
Cogió una tarjeta del hotel y leyó la dirección: “ San Bernardo 13” tampoco estaba muy lejos de su casa, mejor sería salir de ahí y buscar respuestas en zona conocida, revisó sus bolsillos, sacó, su billetera y la revisó tenía dinero y su documentación, tenía también las llaves de su casa por lo menos eso era buena señal.
Al salir del hotel volteó hacía donde estaba el aviso luminoso, cuyas luces de neón parpadeaban en lo alto “Hotel Flamingo” miró de un lado a otro de la calle para orientarse, sabía donde estaba pero no recordaba haber visto ese hotel, no obstante el nombre seguía siendo familiar. Unas chicas de fiesta en una limousine le lanzaron besos desde la ventana, detuvo un taxi y le dio su dirección al taxista.
Al llegar a su piso, se sentó pesadamente en el sofá por más que lo intentaba no recordaba qué había pasado la noche anterior, su memoria solo llegaba a registrar que había estado escribiendo hasta tarde, sacó la tarjeta del hotel y la miró detenidamente, en ese momento un flash se le vino a la memoria su nueva novela, ¡claro!
Fue a su estudio, encendió el ordenador, abrió el archivo de nombre Hotel Flamingo y leyó lo último que había escrito:
“Se despertó en la cama del hotel, la noche anterior había tenido faena, no podía dejar de matar, habían sido dos, dos las mujeres que habían sucumbido entre sus manos, el esfuerzo le había dejado adolorido, con agujetas, recordó a retazos lo sucedido… tuvo una erección…”
Mientras leía, el pánico se apoderó de él comenzaron a llegar flashes a su memoria del rostro de una desconocida pidiendo que no lo hiciera, suplicando, sintió nauseas ¿qué he hecho? se preguntó presa de la angustia. Por más que lo intentaba no lograba recordar con exactitud y orden qué había sucedido, sonó el teléfono, se estremeció y fue a cogerlo.