Manchísticamente
No te sentí llegar, no te esperaba. Hace casi diez años, cuando decidiste partir, ni siquiera diste aviso y hoy entras sin tocar la puerta, igual que cuando te fuiste, en ese ánimo medio irreverente del que a gusto hacías gala. Como siempre, sonríes con la picardía del muchacho que promete no volverlo a hacer y me convences.
Así eras y así eres. Sé que en el lugar en que hayas estado, y del que no hay vuelta, dejaste la estela de simpatía y buena vibra que dejabas en todos aquellos que te conocieron. Sé también a que viniste, lo acabo de descubrir como un susurro tuyo a mi oido: Viniste a detener mis lágrimas y a transformarlas en sonrisas, ya sé, nunca te gustó verlas y siempre lograbas trastocarlas.
Como siempre, lo haces a tu manera invades mi cerebro y te instalas allí a hacer la guardia para que me levante y yo me incorporo con la fuerza que siempre nos insuflaron nuestras promesas.