A punto de cumplir 441 Caracas parece que tuviera ojos y me mira, con una mirada tan intensa como la mía cuando la observo durante largos ratos.
Es que Caracas es una mujer que se mueve, que cambia que se transforma constantemente y a la que amo profundamente en una especie de relación lésbica de amor – odio porque a veces sofoca y provoca salir corriendo despavorida, pero muchas otras encanta con todo lo que ofrece.
Hoy a dos meses de salir de esta ciudad loca, salvaje, intensa y colorida, pienso en ella como en una madre, como se piensa en un amante y comienzo a extrañarla aún antes de irme y como una madre ella parece aceptar que debo partir. Probablemente es demasiado pretender pero siento que como toda buena madre o como amante fiel ella también sentirá mi ausencia así como siente la de muchos de sus hijos.
Yo me voy a «buscar mi destino» como diría cualquier novelilla cursi, ella seguirá aquí con sus verdes brazos abiertos, con su tráfico infernal, con su sol candente del mediodía, con su clima amable y con este montón de gente que no la entiende pero que la ama y la odia en igual medida que lo hacemos todos.
Cuatricentenaria y casi media, esta ciudad se parece a mi ¿o será que yo me parezco a ella? caótica, neurótica, extraña, amable, hermosa, fea, a veces descuidada, no obstante tan amada.